En una ocasión conocí a una persona que al hilo de una conversación intranscendente, sobre la necesidad de llevar una tarjeta de crédito para salir al “extranjero”, me comentó que ¡conocía toda Europa! Pues todos los años cogía una semana de vacaciones y durante esos seis o siete días visitaba el país de turno; claro previamente leía una completa guía turística del país que iba a visitar. <<>>.
¡Bueno, pensé: Realmente esta persona cree que conoce toda Europa!
La mayoría de nosotros sabemos algo de nosotros mismos..., muy poco de nuestros vecinos..., casi nada de nuestro barrio o ciudad... y así podríamos seguir por la escalera de “nuestro mundo”. Sin embargo conocemos muchos datos sobre muchas cosas: ... sobre las Cuevas de Altamira, sobre los Bosquimanos, sobre la ciudad de San Francisco o sobre nuestro Sistema Solar, por ejemplo.
¿Hemos caído en la cuenta de que a un gran número de personas les gustan los grandes documentales sobre la Naturaleza?
¡Esas magníficas imágenes sobre las selvas tropicales, sobre la Antártida, sobre la grandiosidad de la vida en los océanos, la belleza de la vida animal que, todavía, se desenvuelve en su propio entorno inalterado por la mano del “hombre” o sobre las grandes cordilleras de la tierra y los pueblos que viven en su entorno y la pureza de las manifestaciones climatológicas en esos lugares!
Estas mismas personas, no vivirían en esos lugares, ni en la mayoría de otros que “conocen”... de la misma forma que esta persona que dice “conocer” Europa, ¡Ni dos minutos!; Salvo en un autobús turístico y perfectamente separadas de esos medios y lugares que...”conocen” y de los que, por supuesto, tienen muchos datos.
Como haya un poco de fango en el sitio por el que se transita, o no se tenga la “sensación” de control sobre la naturaleza o lugar y una cierta perspectiva sobre el horizonte de sucesos que creemos nos van a ocurrir de una forma cierta y prevista, entonces se corre una densa cortina que nos separa del “entorno vital” en su mas amplía acepción, volvemos al autobús turístico y nos volvemos a enchufar a los documentales, a las películas, etc.,... y pensamos: Que bonito y que bien se ve todo esto.
Mejor mirar el reflejo que abrirnos a la vida, porque puede aflorar la consciencia de una realidad grandiosa,...¡ Pero más allá de nuestra voluntad y control!
Muchos de nosotros, en algunas ocasiones, habremos estado leyendo algún que otro libro, de contenido más o menos transcendente, o sobre temas “religiosos” o “espirituales”, en un parque, en una playa casi solitaria, o en un entorno natural con el que se había establecido un... “estar a gusto”con el lugar y el momento.
Si reflexionamos sobre ello o si caemos en la cuenta, la próxima vez que se den tales circunstancias procuremos cerrar el libro, o bajar a la tierra desde la elucubración que nos tuviera enganchados y conectar con la consciencia del momento, abrir todos los canales de percepción, dejar los conocimientos, los datos, los recuerdos, las preocupaciones y las proyecciones a un lado y simplemente soltar amarras. Quizá comprobemos, que a la postre, el libro o la nube en la que estabamos no es más que otra pantalla, otro tipo de documental, un reflejo más.
La realidad en todas sus dimensiones, se muestra según las actitudes de cada cual. El “libro”, solo es una información con un determinado grado de conocimiento de “una realidad”. Es en todo caso una experiencia de segunda mano.
La verdadera experiencia, si somos capaces de soltar amarras, será de una realidad tan amplia como determine nuestra propia actitud, y será de primera y única mano, y puede que surjan momentos de claridad y amplitud de consciencia hasta ese momento no vividos.
No por ello quiero decir que leer ese mismo libro en ese mismo lugar, no sea también una puerta inspiradora. Pero probemos.
Podríamos poner muchos más ejemplos de cómo el 90% o más de “nuestro tiempo”. No estamos en lo que estamos. Nuestro nivel de consciencia ni es amplio ni está alerta.
Los conductos a través de los cuales puede aflorar esa amplitud, están ocupados a reventar, nuestra cabeza, nuestro ego, en un alarde de control y dominio de la situación, del personaje y del actor, va soltando miles y miles de “pájaros” que nos mantienen permanentemente distraídos en el placer o en el sufrimiento, pero pegados a la pantalla, manteniendo un leve hilito de consciencia de estar "viviendo", << “un reflejo”>>.
No estamos en comunión, no somos la Vida consciente de la Vida.
Cuando leamos, nos informemos o veamos a través del t.v., el cine, los libros, la prensa o el ordenador, seamos conscientes de que en el mejor de los casos, nuestra relación con el contenido es de segunda mano, cuando no de octava o centésima. Y aunque puedan servirnos de guía o perdernos totalmente, el camino lo anda cada cual, ... ¡pero lo tiene que andar!
Ahora que es invierno y aunque en Internet, se pueden encontrar toda clase de grandiosas imágenes del cosmos o de la naturaleza, os propongo experimentar sencillamente, en una de esas noches sin luna alejados de la ciudad, en el campo, dedicar unos minutos a mirar a simple vista la grandeza del cielo nocturno, dejando abiertos “todos” vuestros sentidos de percepción y desconectando la memoria del disco duro de vuestra cabeza.
Podréis “sentir” como asoma y os absorbe la consciencia una, en esa multitud de estrellas arracimadas o dispersas que agujerean la oscuridad del cielo, inseparables del sonido especial de las noches , de los aromas de la naturaleza y del latir de la propia respiración que se diluye en la respiración de la Vida toda. Se difuminan todos nuestros limites corporales, o no, en una sensación única de pertenencia y unidad.
Esta misma amplitud de consciencia la podemos experimentar cuando en un paseo por el campo o cuidando un jardín o unas macetas, o ante cualquier fenómeno o percepción, quitamos los filtros y recuperamos esa conexión profunda que nunca hemos perdido, pero si olvidado, con la madre Tierra, con la Vida, con la “Existencia”.
Y también, aunque quizá sea más difícil porque tenemos muchos miedos y barreras, al establecer un contacto sincero, verdadero, limpio y directo con esas otras personas que son “nuestros otros”, y no precisamente mediante el pago de alguna cantidad de dinero a modo de cuota a alguna O.N.G. o Institución de Caridad o Ayuda, que también esta bien, pero que no es a eso a lo que me refiero, sino a dejarles directamente un hueco, un espacio real participativo y de contacto en nuestras vidas. Probar la humanidad que es y no solo sus reflejos.
No nos dejemos atrapar por teorías y argumentos”:REFLEJOS”.
Probemos por nosotros mismos, la sabiduría, que no es información, ni memoria ni habilidad mental y que solo asomará a través de la experiencia y la práctica, que es uno mismo en acción consciente. Acción que a veces es hacer y otras veces no hacer, pero siempre acción.
Todos los fenómenos, visibles o invisibles, son meditación en acción y lo que parcelamos como nuestra vida cotidiana, no es más que una parte infinitesimal, pero parte esencial de...”Eso”.
Incluso en las grandes tempestades de la vida, inmensas olas en un rompiente pavoroso...
“La luna reflejada
En la mente clara
Aun las olas rompiéndose
Reflejan su luz”
¡CONFIANZA EN LA CONSCIENCIA CÓSMICA!