jueves, 2 de septiembre de 2010
UNA PERLA LUMINOSA
“¿Cómo es posible que no amemos esta perla luminosa? Su luz y sus colores, tal y como son, son interminables. Cada color y cada rayo de luz en cada momento y en cada situación es la virtud del universo entero en sus innombrables direcciones. ¿Quién querría robarse eso? Nadie tiraría un tesoro en la calle del mercado. No os preocupéis por caer o no caer en uno de los mundos condicionados. Después de todo, ellos son, desde la cabeza hasta el rabo, originalmente el claro estar de lo que nunca deja de estar claro, y la perla luminosa son sus ojos. Aún así, ni yo sé, ni vosotros sabéis, lo que es o no es una perla luminosa. Cientos de pensamientos y cientos de negaciones de pensamientos se combinan para formar un único y claro pensamiento. Aún la pesadumbre y la preocupación en nada difieren de la perla luminosa. Ninguna acción y ningún pensamiento han sido causados por nada que no sea la perla luminosa. Por lo tanto, avanzando o volviendo atrás dentro de la cueva, en la negra montaña de algún demonio, aún eso no es más que la perla luminosa.”
Textos del Shoboguenzo. Extracto <4> (Dogen 1200-1253) *
Es este uno de los capítulos del Shoboguenzo, texto que recoge las enseñanzas del Maestro Zen Dogen a sus discípulos.
El Zen no es una religión, no es una filosofía ni una técnica terapéutica. El Zen es una práctica de vida en la que nada queda fuera, ni siquiera la expresión simbólica(escrita) de la experiencia. Pero sin la práctica de Zazén, la meditación Zen, no hay Zen. Este se convierte en un mero instrumento estético, un condicionamiento más. Zazén es la práctica del despertar a la Consciencia.
Estos textos no son el resultado de ningún tipo de elucubración mental, ni de ninguna proposición teórica o filosófica. Son la expresión sincera y compasiva de la experiencia de la realidad, tal y como fue experimentada por Dogen, con el objeto de ayudar a sus discípulos y practicantes de zazén para que experimentaran por si mismos la clara luz de la perla luminosa, a que encontraran su rostro original, que nunca se pierde.
La verdadera comprensión de estos textos, no puede realizarse a través de ninguna reflexión lógica o intelectiva basada en cualquier estructura mental en la que se encuadren unos conocimientos siempre parciales y condicionados. Aunque esa estructura mental incorpore el concepto de una realidad transpersonal superadora del exclusivismo materialista, esta seguirá siendo un ladrillo más en el magnífico sueño humano en el que la consciencia solo aflora a través de la mente intelectiva, como un concepto más.
No es esa la clara luz de la perla luminosa. Aunque la perla luminosa no necesite de ninguna explicación y aunque todo sea la perla luminosa, será como un pollo ya desarrollado pero que aún no ha roto el cascarón del huevo; hasta que no rompa el cascarón, no será verdaderamente el pollo que es.
Por doquier brilla la clara luz de la perla luminosa que todo es, mostrando continuamente nuestro rostro original, viendo lo que vemos y no viendo lo que no vemos. Seamos conscientes o no de la armonía cósmica, aunque no despertemos a ella, o nuestro despertar sea apenas un destello, la consciencia existe desde siempre sin limites. Desplegada hasta el infinito por todos los mundos, desde los más densos hasta los más sutiles, desde los mas condicionados hasta los más luminosos. Solo en ella todo es.
Perla luminosa, clara luz, rostro original, principio único,...Dios, no son más que palabras para designar a “Eso”.
La consciencia es el lenguaje común del creador transfigurado en creación, es el lenguaje de la explosión del espíritu en la creación y el lenguaje del retorno al recuerdo de la unidad que somos. Es esta “energía” universal e infinita en la que todo está conectado, con independencia de lo que cada nivel de consciencia nos permita ser consciente. No hay nada que no sea consciencia. La creación es consciente, porque “es”. Y no hay nada que sea por si mismo, solo es conscientemente interconectado en lo que “es”.
Incluso la expresión escrita, de esta experiencia, en el reino de la dualidad, es también la perla luminosa.
Pero si nos distanciamos de nuestra propia sombra, si caemos en un cierto “iluminismo ilusorio” producto de la mera comprensión mental, que agranda y embellece nuestro ego, o si nos dejamos aplastar por el pesimismo de los avatares materiales o emocionales que atravesamos, o por lo que consideramos nuestros “errores” del pasado, sean de la índole que sean, o si no vemos más que la “mitad visible” o la “mitad invisible”; entonces será muy difícil que a nuestro través se pueda manifestar la consciencia de unidad, marcada a fuego desde el origen del origen, en cada componente de la creación. Y este sueño humano que nos tiene hipnotizados, en la dimensión del conocimiento simbólico de los conceptos y las palabras, ocultando nuestro rostro original, seguirá generando sufrimientos y placeres siempre prisioneros de ignorar la naturaleza del sueño y del soñador.
Si se piensa demasiado, si se hacen categorías, nuestra consciencia se vuelve prisionera de los limites que le hemos impuesto, no alcanza a ver más allá de lo que se puede ver, no dejará surgir a través de ella la consciencia cósmica en el olor a leña quemada, o en el sabor de una fresa recién cogida, o en el susurro del viento al atravesar un bosque de pinos o en el nuevo mundo que nace al morir un pequeño gorrión.
Con la práctica sin resistencia de la meditación y la contemplación, se nos abrirá el peaje de la autopista del silencio de la mente intelectiva en su interminable flujo; una vez que por ella hayan desfilado todos nuestros condicionamientos, enfrentándolos como lo que son y no “son”.
“En el silencio, las palabras se olvidan / En la claridad, eso aparece.” *Maestro Zen Hongzhi (1091-1157).
“ El maestro Zen Hogen le pregunta a uno de sus discípulos: ¿desde hace cuanto tiempo que estas entre mis discípulos?
Soku dice: desde hace tres años ya.
El maestro Zen dice: eres un miembro reciente. ¿Por qué no me has preguntado por el Buda-Dharma?
Soku dice: No quiero decepcionarle, Maestro. Antes cuando estuve con el maestro Seiho, realicé el estado de paz y felicidad en el Buda-Dharma.
El maestro Zen Hogen dice: ¿Con qué palabra has podido entrar?
Soku dice: Una vez pregunté a Seiho ¿Quién es el yo del estudiante? (¿Quién soy?). Seiho dijo: los hijos del fuego vienen buscando el fuego.
Hogen dice: Bonitas palabras. Pero me temo que no hayas comprendido.
Soku dice: Los hijos del fuego pertenecen al fuego. Entonces comprendí que ellos al ser fuego que al mismo tiempo buscaban el fuego, me representaban a mi propio ser que me buscaba a mí mismo.
El maestro Zen dice: ¡Ahora sí que sé que no habías comprendido! Si el Buda-Dharma fuera así nunca se podría haber transmitido hasta ahora.
Oyendo esto Soku se volvió angustiado y avergonzado y se levantó para irse. Pero en el camino pensó: Este es un maestro Zen respetado en todo el país y es un maestro que guía a muchas personas. Seguramente su critica de mi equivocación debe de tener algún valor.
Soku vuelve al maestro Zen para disculparse y se prosterna. Luego le pregunta; ¿Qué es este estudiante que soy yo? (¿Quién soy?)
El maestro Zen dice: Los hijos del fuego vienen buscando el fuego.
Bajo la influencia de estas palabras, Soku realiza el Buda-Dharma ampliamente.
Evidentemente nunca se entiende el Buda-Dharma << las enseñanzas del Buda >>, mediante la comprensión intelectual de que nosotros mismos siempre somos Buda, sino a través de las experiencias y realizaciones que surgen, más allá de cualquier limitación perceptiva, al ponerlas en práctica, al “comértelas”, al “digerirlas”... al “vivirlas”. Si la sola comprensión intelectual de que nosotros mismos siempre somos Buda, el Maestro Zen Hogen no habría podido guiar a Soku utilizando las palabras anteriores y no habría podido amonestar a Soku como lo hizo...”
No intentes entender este pequeño poema de Dogen... solo deja que florezca en el silencio.
“En el corazón de la noche
A la luz de la luna
Un barquito a la deriva
Ni sacudido por la brisa
Ni movido por las olas”
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